Hace unos meses falleció un buen amigo, Ismael Díaz Yubero; tuve el privilegio de conocerle y compartir numerosas anécdotas con él, un gran profesional, pero sobre todo un hombre bueno, afable y amable, siempre de buen humor. Invariablemente, cuando yo iba a Madrid quedábamos para almorzar y recordar lo que habíamos hecho y dejado de hacer en Barcelona, Roma, Bruselas… y, por supuesto, en el propio Madrid. A menudo bromeábamos porque nuestras vidas profesionales, en cierto sentido, se entrelazaron: él como preparado y eficiente alto cargo de la Administración del Estado español, yo como funcionario internacional (FAO y Comisión Europea).

 

Hoy me parece que la mejor manera de homenajearle y honrar su memoria es reproducir a continuación una anecdótica narración que incluí en mis memorias (“El futuro llega enseguida”, 2011); como no me falta imaginación redondeé un poco lo ocurrido y así se lo comenté en una de nuestras comidas en Madrid; Ismael sonrió y con esa voz grave y cálida que le caracterizaba me dijo: «Luis…», e hizo un inequívoco gesto de comprensión.

 

Por ello no he cambiado ni una coma de lo que figura en el mencionado libro de memorias, seguro de que el lector comprenderá como dos profesionales (con distintas formaciones: Veterinaria y Derecho) pueden ser honestos y rigurosos funcionarios que discuten y defienden con ardor dialéctico sobre un tema de Derecho alimentario, sin perder las formas… ¡ni la amistad!