En la última década del siglo pasado se desencadenó un proceso de transformación de la economía mundial gracias a las nuevas tecnologías de la información, a la reforma del Estado (privatización, apertura) y a la presencia de nuevos modelos de gestión de las empresas globales; conjunto que generó un crecimiento geométrico de la riqueza y la interconexión planetaria de los sectores productivos. Sin duda, las economías ilegales son un componente de esta mutación, debido a los vínculos con los mercados legales (lavado). En América Latina el tráfico de narcóticos, armas, contrabando y trata de personas, entre otros, moverían alrededor de 120 mil millones de dólares, recursos que ingresan a la economía legal en los sectores del turismo, construcción, comercio, vehículos; así como en espacios de ilegalidad tales como presta diarios, juego, comercio informal, entre otros. La revolución científico tecnológica en el campo de las comunicaciones generó una mayor conectividad y movilidad de los factores de la producción, lo cual condujo a la integración de los mercados legales e ilegales mediante el lavado de activos, las transacciones electrónicas y la constitución de nuevas modalidades de gestión supra-territoriales. Adicionalmente aparecen nuevos delitos como los informáticos o el tráfico de órganos humanos, que son posibles gracias al avance de la medicina y a la posibilidad del traslado en buenas condiciones de refrigeración y asepsia. Y quizás uno de los componentes más favorables a la repotenciación de los mercados ilegales a escala mundial tenga que ver con el internet, en tanto se trata de un medio de comunicación descentralizado, flexible e integrado a la red de redes en tiempo real, sin que medie ninguna forma centralizada e institucional de gestión del servicio. La privatización de la producción y la libre comercialización –por ejemplo- de armas, de tecnologías de seguridad y de guardianía privada generaron mercados expansivos e ilegales de mercantilización del servicio de la protección, con lo cual el derecho universal a la seguridad se convirtió en una mercancía que tiene que ser pagada para adquirirla. Pero también significó que varios de estos sectores se enlacen entre sí. El narcotráfico está vinculado al mercado de armas, al de la migración irregular (tratas) y al del contrabando, con lo cual su influencia es completa: mercados legales, reproducción de ilícitos y mercados ilegales articulados entre sí. La lógica offshore (extraterritorialidad) adquiere un peso creciente gracias a la apertura económica y al fortalecimiento de los beneficios y servicios que prestan los 74 paraísos fiscales existentes, lugares donde los mercados legales e ilegales se encuentran. El cartel de Sinaloa es un caso típico de la nueva arquitectura productiva, similar al de cualquier otra empresa global: se trata del más grande del mundo gracias a que el Plan Colombia, si bien redujo las áreas de producción de coca y de ciertos delitos en Colombia (homicidio, secuestro), también mejoró la productividad de la cocaína, produjo el denominado “efecto globo” que dispersó la producción de coca hacia Perú, el procesamiento hacia Venezuela, Ecuador, Perú y Brasil, y dispersó el consumo a nivel global, con lo cual logro articular todo el sistema a nivel mundial: por eso –según The Economist- el cártel de Sinaloa está en 50 países del mundo, tiene 3.700 empresas legales y su capo mayor está en la lista de Forbes como uno de los hombres más ricos del mundo.