En México existía una división espacial de los carteles del narcotráfico: el cártel de Tijuana al noreste, el de Juárez al norte, el del Golfo al Este y el de Sinaloa al oeste. Sin embargo, esta organización se redefine nacional e internacionalmente debido, entre otros, a tres hechos concretos: la reestructuración de los cárteles colombianos luego de la aplicación del Plan Colombia, la crisis económica mundial venida de las hipotecas en los Estados Unidos y la política de guerra implantada por el presidente Calderón en México (Plan Mérida). La nueva estructura de la oferta y, sobre todo, de la demanda mundial de narcóticos determina que el control de las rutas se convierta en una condición estratégica de este “sector de la economía”. Los cárteles colombianos miran a México, estableciendo alianzas (redes) o entregado concesiones de algunos tramos del ciclo productivo. De igual manera los cárteles mexicanos miran hacia el sur captando nuevos mercados para expandir el negocio hacia los Estados Unidos, Europa y el mercado interno regional. Y este cruce de miradas se encuentra bajo el conflicto o el acuerdo. En ese contexto, el Cártel de Sinaloa logra hegemonía hasta convertirse en el más grande del mundo, gracias al nuevo proceso de internacionalización que vive el “sector”. La revista Forbes reconoce esta realidad cuando ubica al “Chapo” Guzman como uno de los hombres más ricos del mundo. Pero también se debe resaltar que este “holding” domina el mercado de México, del Perú y parcialmente el de Colombia, gracias al control de las rutas hacia los mercados de consumo mayores. El Ecuador asume una condición estratégica en la reconversión de este “sector de la economía”, debido a su posición geográfica: primero, localizado entre Perú -primer productor de coca del mundo y Colombia -desplazada al lugar inmediato-; segundo, ubicado en la cuenca del pacífico, cuestión que le convierte en lugar privilegiado de articulación con el noroeste mexicano (Cártel de Sinaloa) para el abastecimiento a los EEUU y al Asia; y tercero, emplazado en un espacio de proximidad con el Brasil, convertido en el segundo consumidor de coca del mundo. De allí que hoy en día el país viva una mutación significativa en los ciclos del sector: si antes era de bodegaje y tránsito, hoy lo es también de consumo, lavado y procesamiento. Se consume porque se ha generado un mercado interno solvente, se lava gracias a la presencia del dólar como moneda oficial y se procesa por razones económicas: es preferible hacerlo acá que en otros países, porque desde aquí se exporta. No tiene sentido económico abastecer de precursores químicos a los países fronterizos si posteriormente el valor agregado (la droga) va a salir por nuestros puertos. Por eso los lugares de procesamiento en Ecuador se han ubicado en aquellos lugares próximos a las rutas de exportación, como son los puertos de Manta, Puerto Bolívar, Guayaquil y Esmeraldas. En otras palabras, lo que vemos es una reestructuración del “sector” de la droga en América Latina, donde se perfila un mercado oligopólico manejado por el cártel de Sinaloa, gracias a la metástasis ocurrida en los territorios, en las instituciones y en las sociedades nacionales de 15 países de la región.