El día miércoles pasado en la FLACSO se presentó el libro “Una tragedia ocultada” por parte de dos de los autores: Miguel Angel Cabodevilla y Milagros Aguirre, y el comentario de Teodoro Bustamante. Mientras se desarrollaba el diálogo con los asistentes llegó una “lanza” enviada por la diligente jueza Hilda Yolanda Garcés Dávila: prohibir la circulación -por cualquier medio- de la obra señalada. De manera inmediata y en tiempo real se difundió por las redes sociales esta resolución, y lo que es más: ocurrió lo que siempre ocurre con estos hechos torpes de pretender acallar las ideas: el libro logró una circulación inédita por medios informáticos, dentro y fuera del país. Hoy el tema de la matanza ocurrida en marzo de este año es conocido mundialmente y, lo que es más importante, se sabe cómo fueron los hechos, donde se produjeron y por qué ocurrieron. Ahora es responsabilidad del Estado y la sociedad ecuatoriana resolver el asunto, para que, como dijo Miguel Angel Cabodevilla: “esta no va a ser la última matanza. Dije lo mismo en el 2003 y me acusaron de derrotista. Que conste que lo repito: la próxima está muy cerca”. La ciudadanía no debe perder de vista que el problema principal es hacer justicia, para que no vuelva a repetirse un nuevo hecho. Y no se trata, como dice Cabodevilla, de convertir este caso en una investigación fiscal que establezca quién mató y de qué manera, sino de construir una justicia social con estos pueblos originarios. Las políticas de seguridad ciudadana se quedan cortas y, lo que es más, no pueden aplicarse. Es hora de asumir el caso para que en el futuro no haya necesidad de publicar otro libro sobre otra matanza, que es muy distinto a lo que pretende la Sra. Jueza: censurar la publicación. Pero también Teodoro Bustamante plateó la necesidad de repensar el rol de las ciencias sociales: ¿Qué sentido tienen las exigencias de las políticas editoriales para que las universidades y sus académicos publiquen en medios indexados bajo formatos JCR? En este caso dos reflexiones: Primero, hace un par de semanas un investigador reconocido en el campo de la medicina contaba que le habían rechazado un artículo presentado en algunas revistas internacionales (indexadas, JCR, inglés) porque -según los “lectores ciegos” procedentes de los países del norte- el tema de su investigación (enfermedades tropicales) era irrelevante... En otras palabras: los temas, las metodologías, las informaciones, el idioma y las políticas editoriales califican como “buenos” los trabajos que se ajustan a sus términos de referencia Por eso ¿Será posible publicar en estos medios un trabajo como “Una Tragedia Ocultada? Probablemente no, porque se trata de un estudio documental, una temática demasiado particular, un trabajo bajo formato de libro, una investigación colectiva y una problemática incomprensible para el mundo “desarrollado”. En segundo lugar, existe la necesidad de un debate profundo de los sistemas categoriales con los que se definen a grupos sociales como los Taromenane y Tagaeri, así como las políticas para su reconocimiento (leyes, acciones, instituciones). Allí están los conceptos de “grupos en aislamiento voluntario”, “pueblos aislados”, “grupos no contactados” “justicia indígena” y también “seguridad ciudadana”, que son cuestionados. La academia tiene mucho que decir, sobre todo, la nuestra. No es posible que se reciban y adopten definiciones “universales” -generalmente construidas por organismos internacionales- sin beneficio de inventario.