El 28 de Febrero pasado el Ejército Nacional presentó su informe de responsabilidad social, como tradicionalmente lo hace, con fines de rendición de cuentas y de manejo transparente de su accionar. Sin embargo, en esta ocasión apareció un importante llamado de atención: el país podría verse desbordado a corto o mediano plazo por el narcotráfico y el crimen organizado, sobre todo si no se hacen algunos correctivos. En el Ecuador operarían mafias o carteles de Albania, Ucrania, Italia, China, Colombia, Rusia y México, entre otros; y eso ocurre porque el Ecuador se ha convertido en un espacio estratégico de articulación de los lugares de producción de narcóticos -principalmente Colombia y Perú- con los países que tienen el mayor nivel de consumo: EEUU, Europa y, ahora, el Cono Sur del continente (Brasil, Argentina y Chile). Esta situación ha determinado que dentro de la división espacial del trabajo a nivel internacional, el Ecuador se convierta en un país de procesamiento y de exportación, altamente dependiente de los carteles mundiales. Según el Departamento de Justicia de los EEUU, el Ecuador exportaría entre 220 y 240 toneladas de cocaína, mientras Colombia produciría por encima de mil toneladas y el Perú por sobre las 450 toneladas. De esta manera, las bandas colombianas y peruanas operan como proveedoras de los grandes cárteles mexicanos y mundiales, para lo cual utilizan el territorio nacional como plataforma de integración de las zonas de producción con las de consumo. Por eso la mexicanización del Ecuador es altamente improbable –al menos- en el corto plazo, porque la organización delictiva nacional difícilmente podrá sustituir a estos grandes carteles en alguna de las fases de la cadena del narcotráfico mundial, pudiendo ser solo subsidiarias de las mismas. No se puede desconocer que el Ecuador tiene tres problemas estructurales complejos, que abonan a esta función estratégica: primero, la dolarización de la economía; segundo, la crisis severa de las instituciones del sistema penal: Policía Nacional, sistema de Justicia y cárceles; tercero, hay que sumar al sistema de inteligencia nacional que está en proceso de reconfiguración y que la investigación que hace sigue concebida desde las llamadas amenazas externas e internas, lo cual conduce a una inteligencia de carácter local, cuando lo que aquí tenemos es la expresión fenoménica final de la dinámica mundial del crimen. Lo global no es externo a lo local, es parte constitutiva. Nuestra inteligencia no hace seguimiento a los carteles y mafias mundiales, cuando cada una de ellas tiene organización, estrategias y dinámicas diferentes. Por ejemplo, no se sigue a los carteles Mexicanos que son verdaderos “holdings” de integración del narcotráfico, migración irregular y comercialización de armas. Su fuerza está en esta condición, gracias al control de las rutas, lo cual le da la posibilidad de usar “mano de obra” o bandas criminales locales, que no deben ser si quiera profesionales y lo hacen bajo las modalidades de “tercerización” o de “franquicia”. Las mafias italianas tienen otro comportamiento; pero ninguna de ellas tiende a afincarse territorialmente, porque las lógicas económicas operan mejor que la presencia física o la coacción.