Mientras las fronteras son construcciones sociales que cambian históricamente y que se despliegan en territorios amplios donde existen asimetrías complementarias entre dos o más Estados, los límites son definiciones político-administrativas fijadas de común acuerdo entre las partes. Para el caso de nuestro país se pueden extraer dos conclusiones importantes: la primera, cuando se suponía que la globalización licuaría las fronteras, lo que ha hecho es potenciarlas y transformarlas en espacios de encuentro y no de separación, gracias a que son plataformas de integración de territorios distintos, distantes y discontinuos. La segunda, que la puesta del último mojón en el límite entre Perú y Colombia –en 1999- permitió “cerrar” la frontera entre los dos países y “abrir” la lógica transfronteriza que vive el país. Este hecho histórico –no suficientemente entendido en nuestro país- hizo que Colombia y Perú, países limítrofes entre sí, sean también limítrofes con Ecuador; construyéndose una tetra frontera en la que confluyen Ecuador, Colombia, Perú y Brasil a lo largo de la provincia de Loreto en Perú, del departamento de de Putumayo en Colombia, de las provincias de Pastaza, Napo y Sucumbíos en Ecuador e, indirectamente, del Estado Amazonas en Brasil. El límite con Colombia y Perú es de 2.114 kilómetros, altamente poroso y de difícil control por la ausencia del Estado. Adicionalmente se debe consignar que por el lado occidental, el Océano Pacífico se convierte en la frontera de integración con Asia y el oeste de México y EEUU. Frente a esta realidad geográfica, se debe mencionar que a nivel mundial –por esta nueva lógica fronteriza- los mercados ilegales se dinamizan con mucha fuerza, viéndose un cambio sustancial en los sujetos sociales y en sus pesos relativos: el contrabandista cede al traficante y éste es globalizado, adinerado y políticamente influyente. A nivel mundial el comercio ilegal mueve no menos del 14% del comercio. Si esto es así, conviene tener en cuenta que Ecuador adquiere una condición estratégica que le convierte en una región fronteriza. Según informes del PNUD, Perú es el primer productor de Coca del mundo y Colombia segundo. Brasil se ha convertido en el segundo país consumidor de Coca del planeta. Y los puertos ecuatorianos hacia el Pacífico son mejores a los de Colombia y del norte peruano, que es la zona de influencia del cártel de Sinaloa, convertido en el más grande del planeta. En otras palabras, el Ecuador es un espacio complementario para las economías ilegales de importancia global. Como consecuencia el país pasa de ser un país de bodegaje y tránsito a ser un país de consumo, procesamiento, exportación y especulación. Sin duda que en esta perspectiva, la dolarización ha sido un factor crucial. Como resultado de este proceso tenemos que las provincias limítrofes con Colombia tienen las tasas más altas de homicidios, que las provincias limítrofes con Perú tienen el ritmo de crecimiento mayor y que las provincias de la costa sean las que muestren los grados más altos de violencia en los homicidios.