Según los entendidos no hay una sola actividad humana que no tenga relación directa o indirecta con el derecho. El caso del fútbol no es la excepción, más aún cuando en la actualidad se ha convertido en una actividad total, en la que están presentes las normas que rigen su propia actividad deportiva, pero también las vinculadas con las actividades articuladas a este deporte: la economía, la política y la cultura. En otras palabras, se trata de una actividad total que requiere de varias ramas del derecho para entender su funcionamiento; por ejemplo, hoy es imprescindible conocer el derecho mercantil, el derecho internacional o el código laboral.

La administración y la gestión del fútbol actual exigen nuevos marcos institucionales, los cuales deben estar asentados en normas jurídicas. Es inconcebible no estar al tanto de la ley del seguro social que ampara a los futbolistas o del código tributario para el pago de impuestos, aranceles o de la Ley de compañías y el código penal para detener la violencia, entre otras. Pero también se requiere un profundo conocimiento de las propias normas que regulan el deporte en general y del fútbol en particular; allí están –en el caso ecuatoriano- la Ley de Cultura Física, Deportes y Recreación, pero también las que se vinculan directamente a la FIFA y a la Federación Ecuatoriana de Fútbol (FEF).

Sin duda un primer ámbito normativo serán las reglas referidas a la propia práctica del fútbol, donde el elemento central son las llamadas 13 reglas que dieron nacimiento al futbol moderno en Cambridge en 1863 y luego en 1937 a su ampliación para llegar a las 17 actuales. Esta legislación es muy importante, porque desde ese momento y desde ese lugar se planteó un tipo de derecho que se generalizó, poco a poco, a lo largo del planeta y lo hizo desde la cultura jurídica de Inglaterra.

Adicionalmente se debe afirmar que la existencia de la norma (17 reglas) no viene sola, porque se construye un sistema judicial que cuenta con un juez que imparte justicia (arbitro), una institucionalidad fuerte e indiscutida a nivel mundial (FIFA) y una política explícita del juego limpio (Fair play) que, en su conjunto, representan el marco jurídico general en el que se sustenta el fútbol moderno.

Sin embargo, esta fortaleza institucional de la FIFA conduce a una relación compleja con los estados nacionales, donde el debate central se ubica en el ámbito de la soberanía nacional. De allí queda una interrogante fundamental: ¿Prevalece el derecho impuesto por la FIFA o el que emana de cada uno de los Estados nacionales? La respuesta no es única, porque hay varios ámbitos donde prevalece un origen legal u otro.

De allí se puede afirmar que en los temas conflictivos puede predominar el origen legal nacional u otro internacional, en tanto la autonomía frente a lo nacional o frente a la FIFA puede ser utilizada según las conveniencias y los intereses. Ello ha llevado a una práctica poco saludable: la administración del fútbol es muy poco transparente, no rinde cuantas y su manejo está cargado de los vicios de la política: clientelismo, patrimonialismo y caciquismo.