La violencia y el delito tienen un emplazamiento específico en el territorio, porque los dos tienden a territorializarse de acuerdo a las lógicas del delito y a las características del espacio. Eso quiere decir que hay una relación muy clarea entre delito y espacio que finalmente se expresa, por ejemplo, en que “se roban bancos donde hay bancos” o en que puede existir cuatrerismo donde existe ganado.

Pero así como hay una lógica espacial, también se puede encontrar una dinámica temporal propia de cada una de las violencias. Así se tienen que ciertos delitos son proclives a cometerse en ciertas horas, días o temporadas del año; por lo que se establece una relación tiempo y espacio de la violencia que le otorga un movimiento al delito. Adicionalmente, si se focalizan las acciones de política de seguridad en determinados lugares, existirá un desplazamiento del mismo hacia otros espacios, otros momentos u otros delitos. En el caso del Ecuador, el movimiento o desplazamiento en el tiempo es absolutamente evidente.

Se puede señalar que, al menos, en estos últimos 20 años han existido tres grandes desplazamientos de la violencia en el territorio. Un primer desplazamiento tiene que ver con el proceso de urbanización nacional que determina que los delitos vayan del campo a la ciudad, al extremo de que en la actualidad se podría decir que la violencia es primordialmente urbana. Según datos de esta última década, el crecimiento de la violencia en la ciudad fue del 53 % y el del campo solo del 6.1%. En este caso sobresalen las tres ciudades más grandes del país: Guayaquil, Quito y Cuenca, por su magnitud absoluta y por el tipo de delitos existentes.

Un segundo movimiento de la violencia se produce de forma regional hacia el norte del país, producto principalmente del nivel de influencia que tiene el conflicto colombiano y el desarrollo de las prácticas delincuencias en ese país. Es así que en la actualidad la tasa de homicidios de la frontera es de 39 homicidios por cien mil habitantes, dato que representa el doble del promedio nacional (18.8). Es más, las provincias de Esmeraldas y Sucumbíos presentan las tasas de homicidios más altas del Ecuador. Adicionalmente, se debe tener en cuenta que las violencias en cada una de las provincias fronterizas son distintas.

Y, en tercer lugar, se percibe un nuevo anclaje de la violencia en algunas ciudades pequeñas y medias de la costa ecuatoriana, formando una especie de media luna. Allí están las ciudades de Esmeraldas, la Concordia, Santo Domingo de los Colorados, Manta, Machala y Quevedo, entre otras. En este caso, las violencias se incuban debido a distintas causas, aunque algunas de ellas sean comunes: la presencia del narcotráfico bajo nuevas formas como el procesamiento, que resulta económicamente más favorable en estos lugares debido a la proximidad con el mar (exportación), como también porque debieron salir de Colombia debido a las fuertes políticas implantadas. No se puede descartar que la institucionalidad local es bastante precaria y la sociedad civil es débil.

Estas tres nuevas localizaciones de la violencia en el Ecuador tienen que ver con la presencia de nuevos actores de la violencia, más poderosos económicamente y más influyentes políticamente.