El fútbol y los medios de comunicación mantienen una relación consustancial, al extremo que el primero dejó de ser un hecho estrictamente local para pasar a ser global y de ser una actividad deportiva para convertirse en una actividad mediática total. Y los medios no pueden prescindir del fútbol, porque lo han utilizado para producir la masificación de los grandes saltos tecnológicos que han tenido. Esta alianza es posible históricamente en el momento en que los espacios, los actores y la especialización entran con fuerza en este deporte, requiriendo una mediación que construya los puentes entre sí: entre el adentro de la cancha y el afuera de los espectadores; entre los actores que hacen deporte y los que miran la práctica y las distintas actividades culturales, sociales y económicas que están presentes.

El proceso se inició cuando el jugador, el hincha o la prensa contaban lo ocurrido, como memoria, del fútbol jugado; posteriormente la radio introdujo un cambio fundamental en el tiempo: la inmediatez. Se contaba lo que ocurría en ese preciso momento, con lo cual el relato ya no se presenta como evocación sino como un hecho simultáneo al juego. Luego llegó la televisión para producir un doble salto incontrastable: la posibilidad de ver desde otro lugar y la universalización en tiempo real. La visión posibilitó el estudio del fútbol porque a partir de este momento hay un registro de lo ocurrido y lo segundo permitió la mutación del futbol-deporte a industria cultural de innegables consecuencias. Y finalmente, ahora tenemos las nuevas tecnologías de la comunicación multimedia, que copan en tiempo real todos los escenarios, introducen las lógicas interactivas y hay una masificación del periodista bajo la forma de audiencia virtual.

Obviamente que estas dos condiciones señaladas han estado presentes en el último mundial y han servido para producir una fuerte crítica a la actividad periodística desarrollada, porque desgraciadamente nuestro periodismo no ha avanzado a la par de este proceso, quedando de manera explícita como extemporáneo. Y es necesaria la crítica porque en general se debate poco el periodismo y mucho más en este caso en que la distancia frente al hecho es muy escasa.

En el Ecuador el periodista deportivo es un aficionado al fútbol que no tiene formación y que se acerca a esta profesión por su sensibilidad a este campo. Por eso es poca la diferencia que se hace respecto de cada uno de los medios que, obviamente, son distintos: la radio es descriptiva, la televisión es visual, la prensa es analítica y el internet es altamente informativo. Lo ocurrido en el mundial de Sudáfrica con la televisión nacional es claro, en tanto no se supo descifrar una contradicción: imágenes globales que han evolucionado notablemente con alta definición, tres dimensiones, cámara aérea, profesionalismo y los relatos locales extemporáneos, anodinos y carentes de información. Y en el caso de la prensa algo parecido: hubo en la generalidad de los casos la compra de los derechos de las agencias de prensa internacionales, matizados con algunos textos producidos localmente.

Queda claro que hay la necesidad de tener en nuestras universidades una especialización en periodismo deportivo.