El primero de marzo del año 2008 se ha convertido en algo mucho más complejo de lo esperado y en un par de aguas en algunos temas fundamentales de la región suramericana. El trofeo de guerra mostrado por Álvaro Uribe y el Ministro de Defensa Juan Manuel Santos, ha tenido implicaciones demasiado caras para todos los implicados en el ataque al territorio ecuatoriano en la zona de Angostura.

Para Ecuador este hecho ha significado, entre otras, dos cuestiones relevantes: por un lado, un incremento significativo del gasto militar a cerca de 700 millones de dólares, que bien pudieron destinarse a las necesidades básicas de la población ecuatoriana o, incluso, a los propios desplazados colombianos. Y por otro lado, en términos políticos, a que Ecuador se aproxime aún más a otro país vecino de Colombia: Venezuela.

Para Colombia ha sido una ratificación de la presencia de las políticas de seguridad del presidente Bush en la región, fundadas en los siguientes tres pilares: en primer lugar, la ejecución de las llamadas “guerras preventivas” y de la “extraterritorialidad”, manifestadas con el ataque de las FFAA colombianas a las tierras ecuatorianas de Angostura y mantenidas como política hasta ahora, según las declaraciones de los propios funcionarios del Gobierno colombiano. En segundo lugar, que se fortalezca la política bilateral y no multilateral, que hoy se siente con el aislamiento colombiano al proceso de integración de Sur América. ¿Cuantas veces ha asistido el presidente Uribe a las reuniones presidenciales de UNASUR? Y en tercer lugar, que los temas de la guerra a la migración internacional, terrorismo y narcotráfico (hoy eufemísticamente llamado crimen internacional) entran en una escalada impresionante con las 7 bases militares. El Plan Colombia -nacido en 1999 y con un financiamiento inicial de 7.500 millones de dólares- ha sido el inicio de un programa endémico y dependiente de los EEUU, que paulatinamente requiere de un creciente incremento de su presencia militar y económica.

Para Sudamérica se observa que la inversión en armamento militar, según el Centro de Estudios Nueva Mayoría de Argentina, llegó en el año 2008 a la cantidad de 51 mil 110 millones de dólares, lo cual significa un incremento del 30.2 por ciento en relación al año anterior (2007). Es una cantidad cercana al monto de las remesas que los migrantes envían a la región. Pero lo más claro y preocupante es lo que representa: una escalada armamentista altamente preocupante en un momento de crisis económica. Y también Angostura ha significado un golpe para la integración de la región suramericana, porque Colombia fortalece su lógica bilateral (militar, comercial, política) por encima de la multilateral.

¿Porqué un nuevo convenio militar de Colombia con los EEUU en el momento de mayor debilidad de las FARC –en términos políticos, financieros y militares-, según las propias palabras de los voceros del gobierno del Presidente Uribe? ¿Será que las 7 bases militares reemplazan a la Base militar de Manta? Que se sepa siete no es igual a uno. Lo más probable es que Colombia se ha hecho una necesidad para la política de los Estados Unidos diseñada antes de la llegada de Obama y que todavía no termina de desaparecer. Por eso, Colombia ha reconocido explícitamente su función con la publicidad que despliega en el Canal internacional de noticias CNN (Colombia Net News), que el “riesgo es que te quieras quedar”.