El programa “Medellín como vamos” es una entidad que se dedica al monitoreo permanente de la ciudad y su municipio. Sus actividades se fundamentan en investigaciones que permiten dar seguimiento a ciertas variables específicas y fundamentales para conocer la evolución de la ciudad y para –posteriormente- socializarlos a toda la población a través de medios de comunicación. Este tipo de actividades son muy importantes porque no solo sirven para hacer el seguimiento del movimiento de la ciudad y su administración municipal, sino porque ayudan a corregir o potenciar las políticas aplicadas; y también para que sean más transparentes y para que la sociedad viva procesos pedagógicos.
En el último informe de “Medellín como vamos” –presentado el 23 de abril del presente año- aparecen situaciones realmente llamativas y aparentemente paradojales: la urbe tiene una muy buena y eficiente red de servicios públicos donde sobresalen, por un lado, el modelo concentrado de la producción y administración de los servicios (empresas varias) y, por otro, un manejo integrado del transporte sobre la base de un metro interesante y de un sistema de teleféricos para las zonas altas. A ello se debe sumar que -en estos últimos años- han mejorado de forma importante los indicadores de salud, educación, vivienda y espacio público, al extremo de convertirla en una de las ciudades mejor servidas de Colombia.
En otras palabras, el llamado entorno socio-económico de la (in)seguridad ciudadana ha mejorado notablemente (¿causas?). Una situación como la señalada debería producir, según muchos autores y organismos internacionales, una reducción de las tasas de violencia. Sin embargo y lo paradójico está en el hecho de que eso no ha ocurrido sino –por el contrario- que la violencia ha tenido un crecimiento significativo. Así, por ejemplo, en el año 2004 hubo una tasa de homicidios de 57 por cien mil habitantes, la cual bajó a 34 en el 2007 y, posteriormente, en el 2008 subió a 45.6. Esta tasa de homicidios representa 1.044 fallecimientos.
Este hecho de la mejora de los servicios sociales y del incremento de las tasas de homicidios lleva, entre otras, a tres conclusiones importantes y muy interesantes, que remueven las visiones tradicionales y hegemónicas de comprensión de la violencia.
Primero, la existencia de la violencia moderna (a diferencia de la tradicional) tiende a autonomizarse de lo social y a adquirir una vida relativamente propia; lo cual conduce a la necesidad de comprenderla en su lógica interna y no como si fuera algo anterior o por fuera de ella.
La segunda, cada violencia debe ser enfrentada desde sus propias características y no de una manera general (¿casos exitosos?); es decir, que se trata de un hecho plural que requiere de políticas plurales.
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