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Article
Suicidio
Boletín Ciudad Segura (2008)
  • Fernando Carrión Mena
Abstract

Durante mucho tiempo el homicidio fue considerado un hecho producido por personas clínicamente disfuncionales, hoy en día esa misma idea existe frente al suicidio. Sin embargo, uno y otro acto de violencia que ponen fin a la vida están totalmente alejados de esta realidad. Al suicidio se lo considera como un “homicidio autoinfligido” y a partir del mismo se llega a la conclusión de que es una decisión personal que se ejecuta en el ámbito estrictamente privado (“desordenes mentales”). Por esa razón, la definición de suicidio, en términos de “el acto humano de causar la cesación de la propia vida” (OMS, 2001) es insuficiente para su explicación, porque la violencia queda circunscrita a una decisión personal sin que se considere relación social alguna. En este sentido, esta problemática se vincula claramente a orígenes y consecuencias absolutamente colectivas y sociales que nada tienen de carácter individual y aislado.

La mencionada consideración tiene que ver con dos aspectos: por un lado, con el hecho de que los grupos etéreos más proclives al suicidio son aquellos ubicados en dos momentos claros de la vida, la juventud (como resultado de la presión que la sociedad ejerce en términos de su rendimiento académico, de su participación en el mercado de empleo y la estructura del consumo) y la tercera edad (expresado en el hecho de que la sociedad margina y abandona explícitamente al grupo con respecto a afectos y seguros). Y por otro lado, con el nivel de violencia intrínseca que muestran ciertas sociedades, las cuales sin ambages castigan a la juventud con presiones y estigmas; y a la tercera edad por considerarla prácticamente un desecho improductivo y costoso para la eficiencia en la que vive el mundo moderno. Todo esto tiene efectos sociales inconmensurables, en tanto pérdidas de vidas humanas en condiciones laborales e imaginarios de dolor y desolación.

Según la Organización Mundial de la Salud en el año 2000, las cifras estimadas de defunciones por suicidios fueron 815.000, esto es, una tasa de 14.5 por cien mil habitantes; mientras los homicidios llegaron a 520.000, es decir, una tasa de 8.8 homicidios por cien mil habitantes. En otras palabras, cada año los suicidios provocan 300.000 muertes más que los homicidios, convirtiéndose en la expresión de sociedades que tienen una dosis muy alta de violencia estructural.

Comparando regiones según tipos de fallecimientos por causas externas, se llega a la conclusión que los homicidios están localizados preferentemente en África y en las Américas, mientras las tasas de suicidio más altas del mundo están ubicadas en el Pacífico Occidental y en Europa. De este balance, se puede observar que el mayor número de fallecidos se encuentra en estas dos últimas regiones, lo cual las convierte en las áreas más violentas del planeta.

En el Ecuador, ésta es una problemática nueva, pues en 1980 la tasa de suicidios era de 2.8 por cien mil habitantes llegando a 6.1 en 2004, año en que Europa tenía una media de 15.7 suicidios y América Latina de 9. Si bien en comparación con las dos regiones la tasa de suicidios de Ecuador es baja, lo grave es el proceso de crecimiento que tiene y la poca atención que se le está brindando a esta problemática

Keywords
  • suicidio,
  • seguridad ciudadana,
  • Ecuador
Publication Date
August, 2008
Publisher Statement
FLACSO Ecuador/Municipio Metropolitano de Quito
Citation Information
Fernando Carrión Mena. "Suicidio" Boletín Ciudad Segura Vol. 26 Iss. El suicidio en la Seguridad Ciudadana (2008)
Available at: http://works.bepress.com/fernando_carrion/232/