El martes se cerró el ciclo "puertas afuera" del manejo de la selección ecuatoriana por parte del cuerpo técnico encabezado por Hernán Daría Gómez y ocurrió de una manera que no debió pasar.

Primero, porque el propio entrenador llegó al Perú con la derrota a cuestas. El rato de salir pregonó a diestra y siniestra la poca importancia del torneo. Como si una selección nacional –que representa a un país- pudiera tener partidos de primera y de segunda o como si se pudiera representar a medias a un país. Esto nos demuestra que la derrota estaba en sus planes, aunque la forma en que se perdió no.

Segundo, la preparación seguida por la selección fue lamentable. Los resultados físicos-técnicos fueron malos, los partidos de preparación se hicieron más por filantropía que por profesionalismo y no se produjo el recambio deseado de jugadores, al menos en los puestos claves. En los tres partidos jugados en Chíclayo y Piura quedaron la deriva los atributos principales mostrados por la selección en estos últimos años: la desconcentración fue evidente y el desorden del equipo estuvo a la luz del día.

Tercero, el sistema de las eliminatorias terminó por desgastar la modalidad del contrato "puertas afuera" del equipo técnico. Eso de venir de Medllín con un tiempo mínimo de anticipación para convocar a los seleccionados, entrenar, jugar y, posteriormente, regresar nuevamente a su tierra, hizo que actúe como dice la canción:"no soy de aquí ni soy de allá". Eso minó la relación con los jugadores y su propio ánimo…